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4 cosas que Bridgerton hizo bien al darnos a una protagonista de talla grande que merecemos

Que la protagonista sea Nicola Coughlan y protagonice escenas románticas es revolucionario en un sistema cultural que encasilla a las personas gordas.

Nicola Coughlan y Luke Newton protagonizan la tercera temporada de 'Bridgerton'
(Netflix © 2024)

La tercera temporada de ‘Bridgerton’ ha dado lo usual: vestuario exquisito, música clásica con los hits contemporáneos del momento y amor... y sexo. Sobre todo con su personaje principal en esta ocasión, Penélope Featherington, que ha sido celebrada porque jamás se ha hablado de su talla en la serie y su transformación le da la independencia y carácter para decidir qué quiere en la vida. Y de paso, que Colin Bridgerton, que la tenía en la ‘friendzone’, se enamorase de ella en una escena final que dejó a todo el mundo con ganas de más.

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Pero lo que ha hecho Shonda Rhimes, no solo en temas de raza (más hablando de la Inglaterra de la Regencia), o en temas de erotismo (desde escenas explícitas hasta la sutileza poderosa de un Regé Jean- Page lamiendo una cuchara) en una serie histórica ha sido revolucionario si se habla de una serie enfocada en el conseguir pareja como ascenso social y en un medio tan opresivo como entonces: atendiendo también a las opresiones aún reflejadas en la cultura del siglo XXI, Penélope, interpretada por Nicola Coughlan, ha emocionado a muchas mujeres que ven cómo una mujer de talla grande es victoriosa en el amor y en la sociedad.

Y por esta razón, mostramos en qué ha triunfado ‘Bridgerton’, al darnos de protagonista a una mujer de talla grande única en su tipo.

Cosas que ha hecho bien ‘Bridgerton’ con una protagonista de talla grande que rompe por fin los estereotipos

1. La representación cultural de las personas gordas ha sido absolutamente ofensiva y encasillada

Desde la historia de Fatty Arbuckle, malogrado actor de Hollywood acusado de violar y asesinar a una joven actriz en los años 20 (pueden leer la historia completa en ‘Hollywood Babilonia’, libro en el que se inspiró la película ‘Babylon’) , todo lo que comprende a los actores gordos en Hollywood ha sido rodeado de sordidez, de personajes como alivios cómicos, o hechos para que se les niegue el amor y el éxito social reflejado en sus producciones.

‘El gordo y el flaco’, o Curly de ‘Los tres chiflados’ dieron paso a cómicos como John Belushi o a Chris Farley, exitosos en los años 80 y 90 (y muertos, coincidencialmente, por sobredosis de drogas) . Que sí, conseguían todo eso, pero a través de la humillación o de crearse un personaje alejado de los cánones tradicionales. Ni se diga de las mujeres, que tanto en ficción como en pantalla grande seguían el mismo patrón con cánones e historias gordofóbicos: por años se dijo que Mama Cass, del grupo musical de los años 60 ‘The Mamas y The Papas’, murió porque se asfixió comiendo un sándwich, por ejemplo (esto lo desmintió recientemente su hija).

Y hay que ver lo que era Rosie O’ Donnell en los 90: siempre relegada a los papeles de mujer “fea” y con carácter, como le pasó en ‘Un equipo muy especial’, donde hacía amistad con el personaje de Madonna, siendo ella la que llevaba la parte “masculina” de la relación.

Por otro lado, si bien Melissa McCarthy ha triunfado con sus comedias, no deja de caer en el cliché en muchas cosas, pero se ve más que todo con su papel en ‘Damas en Guerra’, papel que le valió su primera nominación al Oscar, en una escena poscréditos con su esposo en donde come un sándwich encima de él.

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Y por supuesto, también caben los alegatos de su contemporánea Rebel Wilson, quien apenas cambió su físico dijo que la dejaron de contratar porque precisamente hizo una carrera basada en el papel de gorda salvaje, desaliñada y chistosa, como en la mencionada película, en toda la trilogía de ‘Pitch Perfect’ o en ‘Grimsby’, donde era la pareja de un hooligan vulgar interpretado por Sascha Baron- Cohen, entre otras producciones.

Ahora, se creería que en plena época de revisionismo cultural todo ha cambiado, pero esta representación sigue: si bien la Martha de ‘Bebé Reno’ es una persona real, era inevitable ver que caía en otro cliché opuesto al anterior: el del gordo acosador sin vida alguna (como le pasa a Craig Feldspar, el eterno enamorado de Lois en ‘Malcolm en el Medio’) y que con mujeres ha tenido su peak con Kathy Bates en ‘Misery’, generando un debate de por qué la representación de las mujeres gordas no pueden ser dignas de amor como todos.

2. Hollywood tiene un problema con lo que considera “gordo”

Lo bello de esta temporada de ‘Bridgerton’ es que jamás se enfocan en el peso de Penélope. Nunca se menciona. Y aún así tiene las atenciones de Lord Debling (Sam Philips), que es el primero que a diferencia de Colin no se fija en el aspecto de ella para verla tal cual es. Y aún a pesar de esto, se han visto comentarios en redes aludiendo a esto.

El problema es que Hollywood ha tenido unos cánones bastante criticados en la actualidad: a Scarlett Johansson, por ejemplo, en el peak de su carrera en los dosmiles le decían “curvy” por no tener el cuerpo recto de las modelos. Y hay que recordar cómo Bridget Jones, pesando solamente 62 kilos en la primera película ya era considerada “gorda” en plenos 2001.

O, ¿recuerdan la escena donde Liz, la protagonista de ‘Comer, Rezar y Amar’ ya se siente enorme por tener una talla más de jean en Nápoles y su amiga sueca se siente la mujer más gorda del mundo?

Esos estándares comienzan a rebatirse en redes sociales.

3. Hay muy pocas representaciones de mujeres gordas que se han atrevido a ir más allá y apenas sí son mencionadas

‘Hairspray’ (2009) en plenos dosmiles fue una novedad. Su protagonista conseguía el amor del galán colegial interpretado por Zac Efron y también revolucionaba el pueblo con su cuerpo y su talento, con unos vestidos de lujo. Luchó contra la gordofobia y la discriminación en una obra de los años 50. Todo empañado, claro, por el papel de su madre, también una mujer gorda pero personificada por un hombre, John Travolta.

En esto, su coprotagonista ya era pionera al luchar por la representación y desde la raza: Queen Latifah fue la primera actriz racializada de talla grande desde Hattie McDaniel (ganadora del primer Oscar para una mujer racializada por ‘Lo que el viento se llevó' y a quien personificó para la serie ‘Hollywood’ en 2020) en dar un lugar de dignidad a sus papeles.

Lo hizo frente a Will Smith en ‘El príncipe del rap’ y en películas como ‘Salón de Belleza’, el spin- off de ‘La Barbería’ donde defendía toda su corporalidad. Incluso llegó a protagonizar en 2015 el biopic para televisión ‘Bessie’, (la vida de la cantante de blues Bessie Smith) y fue premiada con el Emmy ese año.

Cosa similar, aunque no enfocada tanto en su cuerpo, ha hecho Octavia Spencer, siempre relegada a papeles secundarios hasta su papel en ‘Historias Cruzadas’ (2011), que le valió el Oscar . Desde ahí ha protagonizado películas como ‘Talentos Ocultos’ (2014) que dignifica el trabajo de las mujeres negras en la NASA en los años 60 y por supuesto, hizo de científica al lado de Melissa McCarthy en la película para Netflix, ‘Fuerza Trueno’.

Ahora, en cuanto a series: solo existían dos antes de ‘Bridgerton’ que da un lugar apropiado al relato de las mujeres de talla grande: ‘My mad fat diary’, donde Rae (Sharon Rooney) lograba reflejar los conflictos con su cuerpo y cambiar su historia. Y por supuesto, ‘American Horror Story: Coven’, donde Gabourey Sidibe (’Precioous’) hacía de una bruja poderosa que le hacía frente a la flaquísima y antipatiquísima Emma Roberts.

Sidibe, de 41 años, también causó polémica al tener una escena de sexo explícita en ‘Empire’, (2015), pero que mostró que las personas de talla grande también podían tener ese tipo de miradas reservadas siempre en la industria para las personas normadas y más en una década con series plagadas de eso, que van desde ‘Game of Thrones’, pasando por ‘Spartacus’ y yendo hasta ‘The Tudors’.

4. Penélope Featherington es un personaje muy bien construido

En un glow up que recuerda mucho al de Toula en ‘Mi gran boda griega’ ( y aunque con siglos de diferencia, viven la misma situación, a pesar de Toula ser una griega hija de migrantes en Estados Unidos en los albores del siglo XXI), Penélope comienza a vestirse diferente y a tomar agencia sobre su propia vida, además de comenzar a ser más segura de sí misma y a querer independizarse de su madre.

Por otro lado, ella ya ha probado de sobra que puede gestionarse sola en un mundo donde inevitablemente la movilidad social femenina estaba relegada al matrimonio si se habla de las clases altas: como Lady Whistledown tiene su propio dinero, fortuna y agenda política, siendo hasta enemiga de la reina misma. Y en eso se diferencia de todas las protagonistas femeninas de la serie hasta ahora, porque ha encontrado una forma alterna de tener tanto poder como los hombres.

Y su peso o su apariencia se manejan con sutileza. Un escollo al que ella deja de ponerle atención para concentrarse en su verdadera independencia. Y los fanáticos de esta serie, que ha puesto la época de plenas guerras Napoleónicas y cambios sociales y culturales tendrán que esperar cómo lo tomará Colin: porque si lo acepta, verá que ella se ha construido una carrera exitosa y tendrá que vivir a su sombra. ¿La apoyará, o Penélope y la personalidad que le ha dado este personaje construido más allá de su familia dará al traste con su relación?

Sea como sea, Penélope Featherington está cambiando la conversación sobre la representación de las tallas grandes, el amor y el sexo, en una industria que necesita más de ello.

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