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‘El jardinero fiel’ se basa en hechos reales: así fue el experimento que inspiró la película

El filme ha vuelto a desatar discusiones tras su reestreno en Netflix.

'El jardinero fiel' tiene una intención de denuncia con su trama

Cuando se estrenó en 2005, la película El jardinero fiel conmovió a las audiencias con una impactante historia que abordaba el abuso de las compañías farmacéuticas y el derecho a la salud.

La película seguía al diplomático británico Justin Quayle en sus intentos por resolver el brutal asesinato de su esposa, la activista Tessa Quayle, mientras estaba fungiendo sus labores en Kenia.

Al inicio parece un crimen pasional, pero pronto descubre que la muerte de su pareja está ligada a la investigación que hacía sobre la administración ilegal de un medicamento experimental a niños.

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A casi dos décadas de su estreno, el largometraje protagonizado por Ralph Fiennes y Rachel Weisz está volviendo a remover a los espectadores con su trama gracias su exitoso reestreno por Netflix.

En redes sociales, muchos usuarios comentan lo devastador que fue ver la cinta dirigida por Fernando Meirelles y lo sorprendentemente vigente que su denuncia sigue siendo en la actualidad.

No obstante, no todos saben que el filme está basado en una novela homónima del escritor John LeCarré, quien se inspiró en trágicos hechos reales para crear el relato de ficción publicado en 2001.

El autor ideó a los protagonistas y cambió varios aspectos de los verdaderos acontecimientos, como la ambientación y la enfermedad, pero sigue siendo un fiel retrato a lo que ocurrió en la realidad.

Y es cómo algunas grandes farmacéuticas prueban sus medicamentos en países pobres donde las circunstancias permiten estos ensayos ilegales inaceptables en cualquier país del primer mundo.

La historia real detrás de El jardinero fiel

El jardinero fiel está inspirado en el experimento que la estadounidense Pfizer, una de las mayores multinacionales farmacéuticas en el mundo, llevó a cabos con niños en Nigeria en el año 1996.

Durante una epidemia de meningitis, expertos de la compañía dieron Trovan (trovafloxacino), un medicamento entonces no aprobado, a unos cien infantes con la enfermedad en un hospital en Kano.

En aquel momento, la organización Médicos Sin Fronteras se encontraba administrando antibióticos aprobados en el nosocomio de campaña para ayudar a combatir la cepa, a menudo, mortal.

Las acciones de la compañía tuvieron consecuencias letales: 11 niños murieron y el resto sufrió graves secuelas (artritis, parálisis) luego de que les dieran la droga experimental, reportó El País.

Entre las víctimas fatales están los dos hijos del periodista Alhaji Garba Maisikeli. De acuerdo al medio, él acudió a los médicos de Pfizer al ver extraños síntomas en sus hijos tras recibir la medicina.

No me respondió. No oía, no hablaba. Estaba como dormido, pero con los ojos abiertos”, recordó sobre uno de sus pequeños. Los expertos le aseguraron que se pondría mejor eventualmente.

Sin embargo, los síntomas solo empeoraron. Así que decidió volver a hablar con los doctores en busca de ayuda, pero ya se habían ido del país para entonces. Sus dos hijos murieron poco después.

La ira del comunicador solo aumentó mientras salían a la luz más casos similares de niños tras recibir el Trovan y sus familias mendingando desesperadas para poder comprar medicinas.

La tragedia tardó cuatro años en hacerse saber en la capital. En ese entonces, casi nadie acusaba a Pfizer como responsables de las muertes de aquellos niños y las secuelas que sufrían otros.

Sin embargo, el escándalo finalmente estalló cuando el diario estadounidense The Washington Post escuchó sobre la historia y envió varios de sus periodistas a investigar el caso durante un año.

Los resultados, publicados a finales del año 2000, apuntaron a que Pfizer había experimentado con el Trovan en la población infantil de Kano sin realizar las pruebas previas correspondientes.

La información fue corroborada por Juan Walterspiel, médico de la empresa, quien envió una carta al alto mando de la compañía denunciando infracción de ética en el ensayo, según El País.

Walterspiel fue despedido por otras supuestas razones, de acuerdo a la compañía, reportó el periódico español. En ese momento, Pfizer desarrollaba Trovan para lanzarlo en Estados Unidos.

La Administración de Alimentos y Medicamentos de Estados Unidos (FDA) no aprobó nunca el medicamento para suministrarlo a niños, pero sí en adultos en 1997. En Europa también se aprobó.

Luego se reportaron casos de daño hepático y muertes relacionados con el antibiótico y la FDA lo restringió en 1999. Por su parte, en el continente europeo fue prohibido tras tres meses.

El reportaje de The Washington Post retumbó en el país y la sociedad nigeriana salió a protestar. Después de las manifestaciones, el Gobierno de Nigeria procedió legalmente contra Pfizer en 2002.

La batalla legal se mantuvo por años. Durante ese tiempo, la compañía insistió en su inocencia y no se hizo responsable. Aparte, aseguró en que habían tenido la autorización del gobierno nigeriano.

Por supuesto, sus declaraciones no convencieron a las 200 familias afectadas, quienes aseguraban que sus hijos habían sido usados como conejillos de indias para un experimento sin saberlo.

Ellos también demandaron a Pfizer ante un tribunal federal de Nueva York en 2001 por “trato cruel, inhumano y degradante” a los niños, según el periódico; pero la demanda se desestimó por jurisdicción.

Un informe devastador

Más tarde, en 2006, The Washington Post obtuvo acceso a un informe confidencial del gobierno nigeriano sobre los eventos de 1996 gracias a una fuente que se mantuvo anónima por seguridad.

Dentro del mismo se recogía el veredicto de un panel de expertos médicos nigerianos ante lo ocurrido: Pfizer violó el derecho internacional al probar una droga insegura en niños con meningitis.

De acuerdo al medio, el informe además concluyó que la empresa “nunca obtuvo la autorización del gobierno de Nigeria para administrar el fármaco no probado a casi 100 niños y bebés”.

Igualmente, describió al ensayo como “una prueba ilegal de una droga no registrada” y un “caso claro de explotación de los ignorantes”. Pfizer mantuvo que su equipo solo viajó a Kano para ayudar.

Empero, el panel refutó esa información asegurando que sus médicos se marcharon después de completar sus pruebas mientras la epidemia que fueron a atacar “aún estaba en su apogeo”.

De acuerdo al periódico, el comité aseveró que el Trovan aparentemente no se había dado a niños con meningitis antes de los experimentos con la población nigeriana.

Tampoco había registros de que los médicos de la empresa informaron a los padres que sus hijos eran parte de un ensayo con un fármaco inseguro.

Con el fin de justificarse, Pfizer usó una carta de aprobación de un comité de ética de Nigeria que fue “inventada y anticuada” por el investigador de la compañía en la ciudad, según el reporte.

Finalmente, concluyeron que la prueba violó las leyes locales e internacionales y recomendó que la empresa fuera sancionada, entre otras medidas, para resarcir los daños y evitar que se repita.

Sobre el por qué el demoledor informe era confidencial, el jefe del panel de investigación, Abdulsalami Nasidi, afirmó a The Washington Post que no sabía por qué no se había publicado.

En el reporte del comité, el cual recopiló centenares de documentos y entrevistas a más de 20 personas, Nasidi además fue citado diciendo que había recibido amenazas de muerte.

La entonces directora de la agencia de control de drogas de Nigeria, Dora Akunyili, dijo tampoco saber, pero que su oficina también concluyó que Pfizer “no tenía autoridad” para hacer el ensayo.

La respuesta de la farmacéutica

El gigante farmacéutico dijo entonces no saber del informe, ordenado por el ministro de salud de Nigeria luego de que The Washington Post publicara su reportaje, tras ser cuestionado por el medio.

A pesar de esto, tras revisar una copia, enviaron una extensa declaración pública en respuesta.

El gobierno de Nigeria no se ha puesto en contacto con Pfizer sobre ninguno de los hallazgos del comité ni sabemos que el comité haya aprobado un informe final”, escribieron.

“Sin embargo, como hemos dicho repetidamente durante los últimos años, Pfizer realizó este ensayo con pleno conocimiento del gobierno nigeriano y de manera responsable de acuerdo con la ley nigeriana y el compromiso permanente de Pfizer con la seguridad del paciente”, aseveraron.

Además, la empresa sostuvo que había probado el medicamento en miles de pacientes y concluyeron que era efectivo antes de suministrarlo en Kano tras ser convocados por la OMS.

También afirmó que el Trovan tenía un índice de supervivencia mayor que los otros tratamientos en aquel centro y las enfermeras explicaron el ensayo a los padres y tenían consentimiento “verbal”.

“Sin duda, Trovan salvó vidas, y Pfizer está totalmente en desacuerdo con cualquier sugerencia de que la compañía realizó su estudio de manera poco ética”, concluyó en el comunicado.

La verdad detrás de la carta

Pfizer además declaró a las autoridades que el experimento había sido dirigido por el médico nigeriano Abdulhamid Isa Dutse. Sin embargo, la investigación del comité encontró otra cosa.

El equipo concluyó que los investigadores de la empresa en Estados Unidos fueron quienes controlaron el ensayo y Dutse solo figuraba como investigador principal de manera nominal.

Además, aunque las publicaciones sobre el medicamento lo nombraban como autor principal, esto no representaba su papel real. Por su parte, él manifestó que lo aislaron de los resultados.

También afirmó que no vio ninguna publicación hasta que el comité de investigación se la mostró. El reporte, de acuerdo a The Post, llegó a la conclusión de que era “ingenuo y explotado”.

“He confiado en la gente y estoy decepcionado”, confesó Dutse al comité. “Lamento todo este ejercicio, me pregunto por qué diablos hice esto”.

El médico además reconoció haber creado la carta mencionada después del experimento con el fin de demostrar que el ensayo había sido aprobado de antemano por el comité de ética del hospital.

Luego cambió la fecha del documento a 28 de marzo de 1996, una semana antes de que Pfizer comenzara el ensayo. La empresa usó la carta como justificación ante la prensa y la FDA.

No obstante, el diario que destapó el caso descubrió que el hospital en cuestión no tenía un comité de ética en esa fecha y el membrete utilizado se creó meses tras finalizado el experimento.

Después de que se revelara la incongruencia en un artículo, la compañía publicó un comunicado afirmando que habían investigado y descubrieron que la carta no era correcta.

“Sin embargo, es importante señalar que Pfizer pensó que se había seguido el procedimiento adecuado en el momento del estudio clínico”, sostuvo.

¿Un acuerdo amañado?

Al respecto hay mucha más información estremecedora sobre lo que cada involucrado hizo o dejó de hacer, pero lo cierto es que el caso finalizó con acuerdo entre Nigeria y Pfizer en 2009.

La multinacional farmacéutica y el gobierno del país africano acordaron que la primera pagara 75 millones de dólares para indemnizar a las familias e impedir que el juicio en su contra avanzara.

Al año siguiente, se destapó que la compañía estadounidense había llevado a cabo una conspiración para presionar al fiscal nigeriano a cargo de aceptar el trato y abandonar el caso, informó El País.

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